Investigadores de la NYU Grossman
School of Medicine crearon por primera vez una firma eléctrica que se percibe
como un olor en el bulbo olfativo, y pudieron manipular el tiempo y el orden de
la señalización nerviosa e identificar
qué cambios fueron más importantes para la capacidad de los ratones para
identificar con precisión este olor sintético.
Los resultados, publicados en la
revista Science de hoy, se centran en el bulbo olfativo, que las moléculas en
el aire vinculadas a los olores activan para
enviar señales eléctricas a los glomérulos, y luego a las células cerebrales.
Se sabe que el momento y el orden
de activación de los glomérulos son únicos para cada olor, con señales que
luego se transmiten a la corteza cerebral, que controla cómo un animal percibe,
reacciona y recuerda un olor. Pero debido a que los olores pueden variar con el
tiempo y mezclarse con otros, los científicos han luchado hasta ahora para
rastrear con precisión un solo signo de olor en varios tipos de neuronas.
Para el estudio, los
investigadores usaron ratones genéticamente modificados para que sus células
cerebrales pudieran activarse al iluminarlas, una técnica llamada optogenética.
Luego entrenaron a los ratones para reconocer una señal generada por la
activación de la luz de seis glomérulos, que se asemejan a un patrón evocado
por un olor, dándoles una recompensa solo cuando percibieron el olor correcto y
presionaron una palanca.
Usando este modelo, los
investigadores cambiaron el tiempo y la combinación de los glomérulos
activados, observando cómo cada cambio impactaba la percepción y como se
refleja en un comportamiento así como la precisión con la que actuó la señal de
olor sintético para obtener la recompensa.
Específicamente, encontraron que
cambiar cuál de los glomérulos dentro de cada conjunto que define el olor se
activó primero condujo a una caída de hasta un 30 % en la capacidad para detectar correctamente una señal de olor.
Los cambios en los últimos glomérulos en cada conjunto se produjeron con tan
solo una disminución del 5 % en la detección precisa de olores.
El control estricto en su modelo
sobre cuándo, cuántos y qué receptores y glomérulos se activaron en los
ratones, permitió al equipo examinar muchas variables e identificar qué características
de olor destacaba.
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