Investigadores en Canadá encuestaron a 1082 estudiantes universitarios sobre sus hábitos alimenticios y patrones de sueño. Sorprendentemente, el 40 % reportó que ciertos alimentos afectaban su sueño. De ese grupo, el 20 % atribuyó el problema a los lácteos y el 30% a los postres azucarados.
Los investigadores preguntaron sobre todo, desde la frecuencia de las pesadillas hasta las alergias e intolerancias alimentarias. Se observó un patrón claro: los participantes que reportaron intolerancia a la lactosa eran significativamente más propensos a tener pesadillas frecuentes. Y el vínculo fue más fuerte en las personas que también experimentaron hinchazón o calambres.
Los modelos estadísticos sugieren que el malestar estomacal explica en parte las pesadillas. En otras palabras, la comida que revuelve el estómago también puede despertar la imaginación.
Esa ruta intestino-cerebro tiene sentido fisiológico. Las molestias abdominales pueden provocar que quienes duermen pasen a fases de sueño más ligero, donde los sueños vívidos o negativos son más comunes. La inflamación y los picos de cortisol provocados por un malestar digestivo pueden influir aún más en el tono emocional de los sueños, especialmente al intensificar la ansiedad o la negatividad. Comer tarde por la noche se ha asociado con una peor calidad del sueño y con un cronotipo nocturno, vinculado a su vez con la frecuencia de las pesadillas.
Si investigaciones futuras confirman la conexión entre el queso y las pesadillas, las implicaciones podrían ser prácticas. Las pesadillas afectan a aproximadamente el 4 % de los adultos a nivel mundial y son particularmente comunes en el trastorno de estrés postraumático. Existen tratamientos farmacológicos, pero conllevan efectos secundarios. Ajustar el horario o la composición de las cenas, o elegir opciones lácteas bajas en lactosa, sería una intervención mucho más económica y de menor riesgo. Ya se están explorando dietas beneficiosas para el intestino, como la dieta mediterránea, para los trastornos del estado de ánimo; las pesadillas pueden ser otra frontera para la psiquiatría nutricional.
Estos hallazgos conllevan ciertas salvedades. La muestra estuvo compuesta por estudiantes de psicología jóvenes, en su mayoría sanos, que completaron cuestionarios en línea. La ingesta de alimentos, la intolerancia a la lactosa y la frecuencia de las pesadillas fueron autoinformadas, por lo que los sesgos de recuerdo o el poder de la sugestión podrían inflar las asociaciones.
Los científicos aún tienen que cotejar los diarios de comidas, las señales intestinales y los sueños monitoreados en laboratorio para demostrar la relación. Mientras tanto, intente comer más temprano y evite la lactosa. Su estómago, y sus sueños, podrían calmarse.
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