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03 febrero 2025

Para reducir el dolor se tiene que oír la Música a un ritmo propio


En los últimos años, ha aumentado el interés científico por utilizar la música para tratar afecciones médicas que van desde la enfermedad de Parkinson hasta los accidentes cerebrovasculares y el dolor crónico. Pero se sabe poco sobre cómo podría funcionar.

Un equipo de investigación de la Universidad McGill ha descubierto que la música tiene mayores posibilidades de aliviar el dolor cuando se toca a nuestro ritmo natural. Esto sugiere que podría ser posible reducir el nivel de dolor de un paciente utilizando tecnología para tomar una pieza musical que le guste a alguien y ajustar el tempo para que coincida con su ritmo interno,

En el pasado, se ha sugerido a menudo que la música relajante funciona mejor como analgésico pero esto no parecía lo suficientemente preciso. Por eso, el equipo investigo si el tempo (la velocidad a la que se produce un pasaje y uno de los elementos centrales de la música) podía influir en su capacidad para reducir el dolor.

Las investigaciones realizadas durante la última década han demostrado que, ya sea que hablemos, cantemos, toquemos un instrumento o simplemente marquemos el ritmo de la música, cada uno de nosotros tiene su propio ritmo característico: aquel con el que estamos más en sintonía y con el que podemos producir con mayor comodidad. Se cree que este ritmo, conocido como tasa de producción espontánea (TPE), puede estar vinculado a nuestros ritmos circadianos.

Para descubrir si escuchar música al ritmo natural de un individuo ayudaba a reducir su experiencia de dolor, los investigadores de McGill compararon las calificaciones de dolor de 60 participantes mientras eran sometidos a niveles bajos de dolor, ya sea en silencio o mientras escuchaban música que había sido manipulada para que su ritmo coincidiera con el que era más natural para cada persona o fuera ligeramente más rápido o más lento.

El tempo natural de cada participante se estableció marcando el ritmo de una conocida canción infantil (Twinkle, Twinkle, Little Star) a un ritmo que les resultara cómodo. El teclado sensible al tacto que tocaban producía el siguiente tono en la secuencia de la melodía, capturando así su tempo natural.

A lo largo de 30 minutos, los participantes se sometieron a 12 bloques de pruebas en los que se les aplicaba calor intermitente durante 10 segundos a distintos niveles en pequeñas almohadillas de los antebrazos, intercaladas con pausas de distinta duración. Los participantes experimentaban el dolor en silencio o escuchaban una melodía que habían seleccionado a su ritmo preferido, un 15 % más rápido o un 15 % más lento. Después de cada bloque de pruebas, se les pidió que calificaran su nivel de dolor. En el peor de los casos, el dolor era como el que se siente cuando se toca el exterior de una bebida caliente y se retira la mano rápidamente porque está demasiado caliente.

Los investigadores descubrieron que, en comparación con el silencio, la música, de cualquier tipo y a cualquier ritmo, reducía significativamente la percepción del dolor de los participantes. Y lo que es más importante, descubrieron que las mayores reducciones en los niveles de dolor se producían cuando las melodías se tocaban a un ritmo que coincidía con el tempo preferido del participante.

Como próximo paso, los investigadores utilizaran la electroencefalografía para medir la actividad neuronal y confirmar que la tasa de activación neuronal se sincroniza con el tempo externo de la música. También indicaron que esperan probar sus hallazgos con personas que viven con dolor crónico o dolor asociado con procedimientos médicos.

El descubrimiento fue objeto de un artículo publicado en The Journal of Pain

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