En los últimos años, ha aumentado el interés científico por utilizar la música para tratar afecciones médicas que van desde la enfermedad de Parkinson hasta los accidentes cerebrovasculares y el dolor crónico. Pero se sabe poco sobre cómo podría funcionar.
Un equipo de investigación de la Universidad McGill ha
descubierto que la música tiene mayores posibilidades de aliviar el dolor
cuando se toca a nuestro ritmo natural. Esto sugiere que podría ser posible
reducir el nivel de dolor de un paciente utilizando tecnología para tomar una
pieza musical que le guste a alguien y ajustar el tempo para que coincida con
su ritmo interno,
En el pasado, se ha sugerido a menudo que la música
relajante funciona mejor como analgésico pero esto no parecía lo
suficientemente preciso. Por eso, el equipo investigo si el tempo (la velocidad
a la que se produce un pasaje y uno de los elementos centrales de la música)
podía influir en su capacidad para reducir el dolor.
Las investigaciones realizadas durante la última década han
demostrado que, ya sea que hablemos, cantemos, toquemos un instrumento o
simplemente marquemos el ritmo de la música, cada uno de nosotros tiene su
propio ritmo característico: aquel con el que estamos más en sintonía y con el
que podemos producir con mayor comodidad. Se cree que este ritmo, conocido como
tasa de producción espontánea (TPE), puede estar vinculado a nuestros ritmos
circadianos.
Para descubrir si escuchar música al ritmo natural de un
individuo ayudaba a reducir su experiencia de dolor, los investigadores de
McGill compararon las calificaciones de dolor de 60 participantes mientras eran
sometidos a niveles bajos de dolor, ya sea en silencio o mientras escuchaban
música que había sido manipulada para que su ritmo coincidiera con el que era
más natural para cada persona o fuera ligeramente más rápido o más lento.
El tempo natural de cada participante se estableció marcando
el ritmo de una conocida canción infantil (Twinkle, Twinkle, Little Star) a un
ritmo que les resultara cómodo. El teclado sensible al tacto que tocaban
producía el siguiente tono en la secuencia de la melodía, capturando así su
tempo natural.
A lo largo de 30 minutos, los participantes se sometieron a
12 bloques de pruebas en los que se les aplicaba calor intermitente durante 10
segundos a distintos niveles en pequeñas almohadillas de los antebrazos,
intercaladas con pausas de distinta duración. Los participantes experimentaban
el dolor en silencio o escuchaban una melodía que habían seleccionado a su
ritmo preferido, un 15 % más rápido o un 15 % más lento. Después de cada bloque
de pruebas, se les pidió que calificaran su nivel de dolor. En el peor de los casos,
el dolor era como el que se siente cuando se toca el exterior de una bebida caliente
y se retira la mano rápidamente porque está demasiado caliente.
Los investigadores descubrieron que, en comparación con el
silencio, la música, de cualquier tipo y a cualquier ritmo, reducía
significativamente la percepción del dolor de los participantes. Y lo que es
más importante, descubrieron que las mayores reducciones en los niveles de
dolor se producían cuando las melodías se tocaban a un ritmo que coincidía con
el tempo preferido del participante.
Como próximo paso, los investigadores utilizaran la electroencefalografía para medir la actividad neuronal y confirmar que la tasa de activación neuronal se sincroniza con el tempo externo de la música. También indicaron que esperan probar sus hallazgos con personas que viven con dolor crónico o dolor asociado con procedimientos médicos.
El descubrimiento fue objeto de un artículo publicado en The Journal of Pain
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