
Como consecuencia, las personas con CIPA no le temen a las cosas que duelen. Pero el costo es muy alto: pueden autolesionarse y no darse cuenta, la incapacidad de sudar pone en peligro sus vidas ya que el exceso de calor en el cuerpo puede provocar un derrame cerebral, nunca sienten hambre y no tienen la habilidad de detectar qué es frío o caliente. Otros de los principales efectos de este desorden incluyen retraso mental de gravedad variable, infección y cicatrices en la lengua, labios y encías, infecciones crónicas de huesos y articulaciones, fracturas, cicatrices múltiples, osteomelitis y deformaciones articulares, que pueden llegar a necesitar amputación. Los pacientes con este desorden genético pueden no ser capaces de sentir un orgasmo físico. Además, son hiperactivos, algo que complica aún más su condición.
Vivir con CIPA, es vivir sin la experiencia de poder sentir dolor, explican en Vivirconcipa. Y relatan las dificultades: "Cuando vivís con esta enfermedad y aprendés a caminar y andás sin ayuda, te golpeás tan fuerte y tan seguido en la cabeza y en las extremidades que terminás causándote muchas lesiones -desde moretones hasta fracturas-, sin darte cuenta de lo que sucede. No habrá llanto, ni dolor, ni te quejarás y lo seguirás haciendo casi a diario. Vivir con CIPA no te permitirá disfrutar de un día soleado, porque tu cuerpo se pondrá tan caliente que tendrás que suspender cualquier actividad para ducharte. Y la lista de situaciones diarias es muy extensa. Sólo cuando vivís con CIPA podés comprender lo necesario que son estas dos experiencias (el dolor y el sudar) en nuestras vidas".
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