Las primeras teorías sobre qué es nuestra conciencia y cómo ha sido creada tendían a lo sobrenatural, sugiriendo que los humanos poseen un alma inmaterial que confiere conciencia, pensamiento y libre albedrío, capacidades de las que carecen los objetos inanimados. La mayoría de los científicos de hoy han descartado este punto de vista, conocido como dualismo, para abrazar un punto de vista "monista" de una conciencia generada por el cerebro mismo y su red de miles de millones de nervios. Por el contrario, McFadden propone una forma científica de dualismo basada en la diferencia entre materia y energía, en lugar de materia y alma.
La teoría se basa en hechos científicos: cuando las neuronas del cerebro y el sistema nervioso se activan, no solo envían la señal eléctrica familiar por las fibras nerviosas en forma de alambre, sino que también envían un pulso de energía electromagnética al tejido circundante. Por lo general, esta energía se ignora, pero lleva la misma información que los disparos nerviosos , pero como una onda de energía inmaterial, en lugar de un flujo de átomos dentro y fuera de los nervios.
Este campo electromagnético es bien conocido y se detecta de forma rutinaria mediante técnicas de escaneo cerebral como el electroencefalograma (EEG) y la magnetoencefalografía (MEG), pero anteriormente se había descartado como irrelevante para la función cerebral. En cambio, McFadden propone que el campo electromagnético rico en información del cerebro es, de hecho, el asiento de la conciencia, impulsando el "libre albedrío" y las acciones voluntarias. Esta nueva teoría también explica por qué, a pesar de su inmensa complejidad y funcionamiento ultrarrápido, las computadoras de hoy no han exhibido la más mínima chispa de conciencia; sin embargo, con el desarrollo técnico adecuado, los robots que sean conscientes y puedan pensar por sí mismos podrían convertirse en una realidad.
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