Si bien se sabe que en cada órgano hay una reserva "exclusiva" de éstas células, por lo general se encuentran en baja proporción. Pueden, en cambio, encontrarse en cantidades importantes en la médula ósea y en la sangre fetal que luego del nacimiento queda retenida en la placenta y en el cordón umbilical. Esta sangre, junto con la placenta y el cordón son habitualmente descartados después del nacimiento, hecho que hoy en día puede considerarse un despilfarro biológico ya que ahora conocemos la riqueza en células madre que atesora.
Por ello es tan importante su recuperación, ya que su conservación ya sea mediante una donación, o para el propio recién nacido permiten en el primer caso la posibilidad de utilización para algún paciente que sea compatible y no haya podido guardar las propias, o asegurar, en el segundo caso, una fuente de células propias para el futuro, sin riesgo de rechazo inmunológico, para ser utilizadas en un trasplante de médula o en alguna de las eventuales futuras indicaciones.
Según numerosa evidencia científica tanto a nivel experimental como a nivel clínico, estas células poseen una alta capacidad de diferenciación hacia células especializadas de distintos tejidos. Cuando se pueda trasladar al campo clínico esos hallazgos, será factible utilizarlas, en un futuro no muy lejano, en el tratamiento de padecimientos hasta ahora incurables o gravemente invalidantes, como la Diabetes, enfermedades cardíacas, neurológicas, etc.