Si bien los mantras populares de dieta saludable desaconsejan los refrigerios a medianoche, pocos estudios han investigado exhaustivamente los efectos simultáneos de comer tarde en los tres factores principales en la regulación del peso corporal y, por lo tanto, en el riesgo de obesidad: la regulación de la ingesta de calorías, la cantidad de calorías que quema y los cambios moleculares en tejido graso.
Un estudio realizado por investigadores del Brigham and Women's Hospital, descubrió que comer afecta significativamente nuestro gasto de energía, apetito y vías moleculares en el tejido adiposo.
Estudiaron a 16 pacientes con un índice de masa corporal (IMC) en el rango de sobrepeso u obesidad. Cada participante completó dos protocolos de laboratorio: uno con un horario de comidas tempranas estrictamente programado y el otro con exactamente las mismas comidas, cada uno programado unas cuatro horas más tarde en el día. En las últimas dos o tres semanas antes de comenzar cada uno de los protocolos en el laboratorio, los participantes mantuvieron horarios fijos de sueño y vigilia, y en los últimos tres días antes de ingresar al laboratorio, siguieron estrictamente dietas y horarios de comidas idénticos en casa. En el laboratorio, los participantes documentaron regularmente su hambre y apetito, proporcionaron pequeñas muestras de sangre frecuentes a lo largo del día y midieron su temperatura corporal y gasto de energía. Para medir cómo el tiempo de comer afectó las vías moleculares involucradas en la adipogénesis, o cómo el cuerpo almacena grasa, los investigadores recolectaron biopsias de tejido adiposo de un subconjunto de participantes durante las pruebas de laboratorio en los protocolos de alimentación temprana y tardía, para permitir la comparación de patrones de expresión génica/ niveles entre estas dos condiciones de alimentación.
Los resultados revelaron que comer más tarde tuvo efectos profundos sobre el hambre y las hormonas reguladoras del apetito, la leptina y la grelina, que influyen en nuestro impulso por comer. Específicamente, los niveles de la hormona leptina, que indica saciedad, se redujeron a lo largo de las 24 horas en la condición de alimentación tardía en comparación con las condiciones de alimentación temprana. Cuando los participantes comieron más tarde, también quemaron calorías a un ritmo más lento y exhibieron la expresión del gen del tejido adiposo hacia un aumento de la adipogénesis y una disminución de la lipólisis, lo que promueve el crecimiento de grasa. En particular, estos hallazgos transmiten mecanismos fisiológicos y moleculares convergentes que subyacen a la correlación entre comer tarde y aumentar el riesgo de obesidad.
Estos resultados se publicaron en la revista Cell Metabolism.
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