En una sociedad consumista como la nuestra confundimos vacaciones con turismo", de manera que "algunos viajes son interesantes, pero no sirven para descansar". Es una consecuencia más de un estilo de vida en que se vive "muy rápido y eso genera tensión, uno tiene que ir poniendo codos para que no le pisen y se necesita mucha dosis de adrenalina para sobrevivir, es como una jungla de asfalto".
Uno de cada tres niños de entre 2 y 11 años de edad sufre estrés, ya que los menores de hoy en día tienen su agenda demasiado programada, incluida la del periodo vacacional. A los niños les iría bien relajarse y jugar a su aire, sin estar tan sometidos a un calendario de actividades tan rígido.
El estrés consume energía, genera tensión y hace al individuo más vulnerable a determinadas enfermedades. El estrés y el alcohol forman una pareja de baile habitual , en contra de la creencia general, las bebidas alcohólicas no relajan, sino que deprimen el cerebro reduciendo la capacidad de control del individuo, incluida la capacidad de control de las propias angustias. Al cabo de unas horas de haber bebido se produce un efecto rebote, con lo que reaparecen los ataques de angustia, se vuelve a tomar alcohol para reconducirlos y entonces el individuo queda definitivamente atrapado en una especie de círculo vicioso.
Otra de las manifestaciones de la vida moderna es la ansiedad, que se identifica mediante inquietud, falta de apetito o bien apetito desmesurado, irritabilidad, insomnio, etc. La ansiedad se caracteriza no tanto por generar enfermedades, sino por empeorar su evolución.
El llamado síndrome postvacacional es más bien una muestra de la necesidad que tiene la sociedad comercial contemporánea de etiquetarlo todo. De todos modos, admite que cuando se regresa de las vacaciones pueden surgir problemas de adaptación. En muchos casos, el individuo vive unas "vacaciones trampa", es decir, el trabajo correspondiente al periodo vacacional se adelanta antes de iniciar el descanso y lo que queda pendiente se finaliza al regresar, lo que sin duda contribuye a aumentar el estrés y la ansiedad.
Uno de cada tres niños de entre 2 y 11 años de edad sufre estrés, ya que los menores de hoy en día tienen su agenda demasiado programada, incluida la del periodo vacacional. A los niños les iría bien relajarse y jugar a su aire, sin estar tan sometidos a un calendario de actividades tan rígido.
El estrés consume energía, genera tensión y hace al individuo más vulnerable a determinadas enfermedades. El estrés y el alcohol forman una pareja de baile habitual , en contra de la creencia general, las bebidas alcohólicas no relajan, sino que deprimen el cerebro reduciendo la capacidad de control del individuo, incluida la capacidad de control de las propias angustias. Al cabo de unas horas de haber bebido se produce un efecto rebote, con lo que reaparecen los ataques de angustia, se vuelve a tomar alcohol para reconducirlos y entonces el individuo queda definitivamente atrapado en una especie de círculo vicioso.
Otra de las manifestaciones de la vida moderna es la ansiedad, que se identifica mediante inquietud, falta de apetito o bien apetito desmesurado, irritabilidad, insomnio, etc. La ansiedad se caracteriza no tanto por generar enfermedades, sino por empeorar su evolución.
El llamado síndrome postvacacional es más bien una muestra de la necesidad que tiene la sociedad comercial contemporánea de etiquetarlo todo. De todos modos, admite que cuando se regresa de las vacaciones pueden surgir problemas de adaptación. En muchos casos, el individuo vive unas "vacaciones trampa", es decir, el trabajo correspondiente al periodo vacacional se adelanta antes de iniciar el descanso y lo que queda pendiente se finaliza al regresar, lo que sin duda contribuye a aumentar el estrés y la ansiedad.
No hay comentarios :
Publicar un comentario