Millones de pacientes con COVID-19 pueden tener una lesión renal aguda (IRA) no diagnosticada. AKI es una condición en la que los riñones de repente no pueden filtrar los desechos de la sangre, lo que puede provocar una enfermedad grave o incluso la muerte.
Los datos existentes indican que aproximadamente el 20 % de
los pacientes ingresados en el hospital con COVID-19 desarrollan AKI,
aumentando a aproximadamente el 40 % para aquellos en cuidados intensivos.
Si el aumento de la creatinina ocurre antes de que el
paciente se presente en el hospital, podemos pasar por alto el diagnóstico de IRA
y no manejar al paciente adecuadamente en esos primeros días críticos. Al medir
la caída en los niveles de creatinina, que a menudo sigue al aumento inicial, un grupo de investigadores notaron que la tasa de diagnóstico de IRA en pacientes con
COVID-19 se duplicó.
El tratamiento para la AKI puede ser tan simple como
controlar el nivel de hidratación del paciente y suspender los medicamentos que
pueden ser tóxicos para los riñones.
En los países con pocos recursos, donde las personas tienen
acceso limitado a la atención médica es
más probable que se presente tarde el proceso de la enfermedad y se confunda
con la IRA adquirida en la comunidad que también es común.
Ahora que tenemos los datos que muestran que existe una gran brecha en el diagnóstico de AKI, es hora de identificar a todos los pacientes con AKI de manera temprana y, con suerte, prevenir estos terribles resultados.
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