Tener las vacunas no será suficiente, porque la clave para un control eficaz depende de la escala de producción, la asequibilidad, la asignación global y el despliegue de vacunas en la comunidad local.
La realidad es que el mundo ahora necesita más dosis de
vacunas COVID-19 para lograr la inmunidad global. Las cadenas de suministro,
como los viales de vidrio, jeringas y agentes estabilizantes, limitan la
producción.
El precio de las vacunas es vital porque los países esperan
vacunar a casi toda su población. Las vacunas pueden convertirse en gastos
recurrentes, según el tiempo que protejan a las personas y el nivel de
protección que ofrecen contra futuras variantes. El 85% de la población mundial
vive en países de ingresos bajos o medios que pueden carecer de los recursos
adecuados. Esto destaca la necesidad de mecanismos específicos para garantizar
que las vacunas sean asequibles tanto ahora como a largo plazo en todos los
países y para todos los sectores de la población. Solo si los fabricantes y
otras organizaciones acuerdan compartir conocimientos, propiedad intelectual y
datos relacionados con las tecnologías COVID-19, se podrá aumentara la
producción.
El acceso universal a las vacunas en estos momentos no está
garantizado debido a la escasez de suministro y porque los gobiernos de altos
ingresos, que representan el 16% de la población mundial, han reservado al
menos 4.200 millones de dosis y asegurado al menos el 70% de las dosis
disponibles en 2021. Si miles de millones de personas no reciben la vacuna en
2021, se puede prolongar la pandemia y pueden ocurrir nuevas mutaciones.
Otro desafío que se presenta es que muchos países carecen de
la infraestructura para identificar y contactar a las personas elegibles,
proporcionar transporte cuando sea necesario y administrar la vacuna. Los
estrictos requisitos sobre la temperatura de almacenamiento y la corta vida útil
de alguna de las vacunas también plantean un desafío logístico.
Para superar otro de los desafíos como es la vacilación para colocarse las vacunas, los gobiernos deben crear confianza pública en la seguridad de las vacunas y combatir la información errónea y los rumores sobre COVID-19. Los fabricantes de vacunas deben dar la máxima transparencia y el escrutinio de los datos de sus ensayos clínicos y la vigilancia de la seguridad posterior a la comercialización con esquemas de compensación por eventos adversos graves en países de escasos recursos.
Si las vacunas no se distribuyan de manera más equitativa, podrían pasar años antes de que el coronavirus se pueda controlar a nivel mundial.
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