La verdad detrás de esto proviene de observaciones clínicas, algunos pacientes con cáncer reportan alteraciones del gusto y del apetito. En estudios de casos, los pacientes describieron cambios drásticos a veces antes del diagnóstico y a veces después de comenzar el tratamiento.
La investigación moderna presenta un panorama más complejo. Los estudios que examinan la alteración del comportamiento alimentario en relación con el cáncer abarcan una amplia gama de cambios: antojos, aversiones, alimentación emocional y cambios en el apetito relacionados con el tratamiento.
Estos estudios analizan diferentes tipos de cáncer, estadios y momentos: antes, durante y después del tratamiento. El mensaje general es que la conducta alimentaria puede cambiar en el contexto del cáncer, influenciada por factores biológicos (inflamación y metabolismo), fisiológicos (cambios en el gusto y el olfato) y psicológicos (estrés y estado de ánimo). Lo que no observamos es un patrón específico de antojos que advierta con fiabilidad sobre el cáncer en personas sanas. Los cambios en el apetito pueden ser parte del diagnóstico del cáncer, pero no son un atajo para el diagnóstico.
Hay que tener en cuenta lo comunes que son los cambios de apetito en la vida cotidiana. Muchos factores cotidianos influyen en el sabor agradable y en las necesidades del cuerpo, como los medicamentos, el embarazo, el estrés, dejar de fumar y la anemia.
Un entusiasmo repentino por un alimento en particular puede ser interesante , pero rara vez apunta a una sola causa. Por eso, los médicos buscamos conjuntos de síntomas y patrones persistentes en lugar de extraer conclusiones de un solo cambio.
Hay un aspecto en el que los antojos se relacionan significativamente con la salud: masticar hielo. Masticar hielo constantemente (pagofagia) puede indicar deficiencia de hierro, cuyas causas son tratables y deben detectarse y abordarse. Esto es completamente diferente de las afirmaciones de que los tumores controlan los antojos de azúcar. Masticar hielo representa un vínculo bien establecido entre un comportamiento alimentario inusual y una afección específica que se puede evaluar.
No es fácil entender por qué los supuestos antojos reveladores captan la atención, el enfoque sensato es doble . Primero, considere los cambios nuevos, persistentes e inexplicables en el gusto o el apetito como algo que vale la pena notar, sin entrar en pánico. Considere el panorama completo: otros síntomas, enfermedades recientes, medicamentos, estrés y salud general. Si aparecen comportamientos como masticar hielo o la fatiga se vuelve persistente, es recomendable revisar si hay deficiencia de hierro. En segundo lugar, para las preocupaciones sobre el riesgo de cáncer, confíe en las señales de advertencia establecidas y las pruebas de detección. La pérdida de peso inexplicable, el sangrado inusual, los cambios en los hábitos intestinales, la dificultad para tragar, la aparición o el cambio de bultos, y las pruebas de detección apropiadas para la edad detectan muchos más cánceres que perseguir un solo antojo. La narrativa del antojo conlleva otro peligro: puede alimentar un comportamiento dañino, como tratar de “matar de hambre” un tumor eliminando nutrientes importantes.
Una restricción severa puede causar una pérdida de peso peligrosa, desnutrición y, peor aún, tolerancia al tratamiento, lo que dificulta la recuperación en lugar de ayudar. Los tumores no vencen a una nutrición adecuada. Lo que más ayuda es mantener la fuerza con una dieta equilibrada, mantenerse activo cuando sea posible, seguir pruebas de detección y tratamiento basados en la evidencia , y usar pruebas específicas, como estudios de hierro, cuando los síntomas sugieran que podrían ser útiles .
El apetito y el gusto son indicadores sensibles de la salud y sus cambios merecen atención. Si algo no va bien y persiste, ya sea una nueva aversión a alimentos conocidos, una fijación extraña que no desaparece o masticar hielo constantemente, el siguiente paso no es buscar significados ocultos en Google. En lugar de eso, consulte con un médico.
Pruebas simples pueden descartar rápidamente problemas comunes y, si está sucediendo algo más grave, actuar según las señales de advertencia establecidas y las pautas de detección ofrece la mejor posibilidad de detectarlo de forma temprana.
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