El estudio realizado por por la Universidad Aalto evidencio mediante imágenes como el amor hacia los hijos generó la actividad cerebral más intensa, seguido de cerca por el amor romántico.
Según la investigación, la actividad cerebral está influenciada no sólo por la cercanía del objeto del amor, sino también por si se trata de un ser humano, de otra especie o de la naturaleza. Como era de esperar, el amor compasivo hacia los desconocidos fue menos gratificante y provocó una menor activación cerebral que el amor en las relaciones cercanas. Por su parte, el amor por la naturaleza activa el sistema de recompensa y las áreas visuales del cerebro, pero no las áreas sociales del cerebro.
La mayor sorpresa para los investigadores fue que las áreas cerebrales asociadas con el amor entre personas resultaron ser muy similares, con diferencias que radicaban principalmente en la intensidad de activación. Todos los tipos de amor interpersonal activaban áreas del cerebro asociadas con la cognición social, a diferencia del amor por las mascotas o la naturaleza, con una excepción.
Al observar el amor por las mascotas y la actividad cerebral asociada a él, las áreas cerebrales asociadas con la sociabilidad revelan estadísticamente si la persona tiene o no una mascota. En el caso de los dueños de mascotas, estas áreas están más activas que en el caso de los no dueños de mascotas.
En el estudio, se controlaron las activaciones amorosas con historias neutrales en las que sucedía muy poco. La comprensión de los mecanismos neuronales del amor no sólo puede ayudar a orientar los debates filosóficos sobre la naturaleza del amor, la conciencia y la conexión humana, sino que los investigadores esperan que su trabajo mejore las intervenciones de salud mental en afecciones como los trastornos del apego, la depresión o los problemas de relación.
El estudio, completo se publicó en la revista Cerebral Cortex.
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